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El blues del volante: de periférico asequible a lujo inasumible

Cuando el realismo solo está al alcance de unos pocos

En recientes declaraciones, Kazunori Yamauchi, principal mente pensante detrás de los títulos de la serie Gran Turismo, dijo que GT Sport podría dar soporte a volantes de PS3. En la gran mayoría de la prensa en inglés la noticia está redactada con verbos modales y condicionales: “podría”, “debería”… A falta de una confirmación rotunda y de esperar al lanzamiento del juego, toda esta incertidumbre viene a destacar una amarga realidad para los amantes de la conducción: la eliminación de la retrocompatibilidad en sistemas modernos obliga a una renovación de un hardware que, si bien en el pasado ofrecía excelentes opciones en relación calidad-precio, a día de hoy se ha convertido en un lujo muy caro que pocos se pueden permitir, y sin beneficios realmente aparentes sobre opciones anteriores.

Para poder entender esto hay que dar un ligero repaso a la historia de estos periféricos. La redacción de este artículo se centra sobre todo en las opciones de las consolas de Sony por dos razones: la primera es que sus consolas siempre contaron con un catálogo mucho mejor surtido de títulos de velocidad en comparación con sus competidoras, la segunda es que han participado en la evolución de estos periféricos a la par que la saga Gran Turismo, habiendo colaborado activamente en la creación de una serie de volantes que sentaron nuevos estándares en la industria.

Si bien la adición de volantes a muebles de máquinas recreativas era relativamente común, en consolas domésticas no se empezó a ver nada hasta la llegada en firme de las 3D. Sin embargo, al no ofrecer los fabricantes de consolas soluciones oficiales, había una importante falta de estándar.

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Paradojicamente, la mejor opción para los títulos de conducción en PSX era emplear el neGcon de Namco, un mando con dos mitades que se podían girar analógicamente, y que contaba asímismo con dos botones y un gatillo analógicos (frente a los digitales de los pads de la propia Sony). La excelente calidad de construcción y manejo del mismo ofrecían un control muy superior incluso al del Dual Shock, y de hecho los volantes no oficiales tanto de PS1 como PS2 lo utilizan como referencia (lo que explica la ausencia de botón Select en los mismos). El problema de dichos volantes es que, al igual que algunos habreis notado al comprar un segundo mando de marca blanca para jugar a dobles, la calidad de los mismos hace que no valgan ni el plástico con el que están hechos: con una horrible zona muerta la mayoría de ellos, requieren dar auténticos bandazos solo para mantener al coche recto en pista. Tan solo el Mad Catz MC2 parece salvarse un poco de la quema.
Fue con la llegada de PS2, y más concretamente con Gran Turismo 3 en 2001, cuando el panorama dió un giro de 180 grados al aliarse Poliphony Digital con Logitech (Logicool en Japón) para crear un volante oficial para el juego. El resultado fue el GT Force (LPRC-10000, por las siglas Logicool Playstation Racing Controller), que aparte de compatibilidad total con el juego, incluía la implementación de Force Feedback. En volantes anteriores, los fabricantes usaban algún muelle o cuerda elástica en su eje para hacerlo volver al centro. El GT Force por contra tenía un motor en el eje que recreaba las fuerzas a las que el coche se veía sometido. El resultado no tiene ni punto de comparación.

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Además, en lugar de conectarse por el puerto de mando se conectaba vía USB, lo cual dio pie a varias cosas: la primera que en un primer momento se prescindiera de los botones en el volante, ya que se podía usar un mando convencional para los menús (si bien se reculó en posteriores revisiones). La segunda es que este volante fue el primero de Play Station 2 en ser tambien compatible con PC y PS3, con lo cual se le pudo dar mucha vida útil.

Su primera revisión, el Driving Force, añadió los botones frontales, levas estilo F1, y una pieza que podía colocarse por debajo para ayudar a acomodarlo entre las piernas sin necesidad de sujetarlo a una mesa (algo muy útil). Ambos volantes son compatibles con la inmensa mayoría de juegos de conducción de PS2, y funcionan en varios títulos de PC sin problemas.

La calidad de construcción de los mismos es de admirar: servidor posée aún un Driving Force y funciona sorprendentemente bien después de un montón de años y horas de juego. Algo de admirar habida cuenta de que costaba menos de 80 euros en su día.
Tras estos, y con la llegada de Gran Turismo 4, se lanzó en 2003 el GT Force Pro, y si bien era una mejoría, permitiendo el giro de 900º y una palanca de cambio secuencial, su precio subía hasta los 200 dólares, lo cual no lo dejaba al alcance de todos los bolsillos.
Sin embargo, coincidiendo con el lanzamiento de GT5 Prologue, se lanzó en 2007 el Driving Force GT, que suponía la mejor relación calidad-precio jamás vista en un volante.

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Por 80 euros, teníamos los 900º de radio de giro y la palanca secuencial del GT Force Pro, además del motor helicoidal Force Feedback del G25 (el volante de gama superior lanzado al mismo tiempo por Logitech). A un diámetro mayor le acompaña una plétora de botones nuevos (Incluyendo luces de cruce, limpiaparabrisas, ¡y hasta un cláxon en el centro!) y una rueda que permite ajustar parámetros del coche durante la carrera. El tacto de la goma del volante es excelente, y, si bien los pedales son solo promedio, incluye en la pedalera una especie de superficie estriada para evitar que se desplace al ponerla sobre moquetas y similares. La compatibilidad es bastante alta y se muestra increiblemente versatil. Yo mismo lo he llegado a usar incluso con City Car Driving, el simulador de autoescuela para PC.
Si bien es cierto que al tiempo se lanzaba el G25, la gama superior de Logitech, con palanca de cambios y pedalera en acabado metálico con embrague, y que poco después era lanzado el exitoso G27, que alcanzaba cotas de calidad increibles, estos eran productos de gama alta con precios acordes, mientras que el GT Force Pro es prácticamente un producto de gama media a precio de gama de entrada: se ofrecían varias opciones al consumidor, y siempre se podía llevar uno a casa un producto de lo mejorcito por poco más de lo que costaba un juego.

Sin embargo, antes de la aparición de GT6, Logitech declaró que no continuaría su colaboración con Polyphony Digital. Sony giró la vista entonces hacia Thrustmaster, y el primer producto que lanzaron fué el T500, que si bien era un producto de gama alta, cuesta la friolera de 500 euros y no incluye la palanca de cambios, que debe adquirirse por separado por 129 eurazos, lo cual parece de chiste.

Pero aún más guasa tendría semejante desembolso cuando, con el lanzamiento de PS4, Sony abandonase la compatibilidad de los periféricos de PS3 aludiendo a razones de hardware, con la supuesta añadidura de un chip de seguridad que solo permitiría el uso de periféricos oficiales nuevos lanzados ex-profeso para PS4. El hecho de que al poco tiempo los desarrolladores de Skullgirls hiciesen su joystick de lucha para PS3 compatible con PS4 mediante una simple actualización hizo que a mucha gente el asusto le oliese a cuerno quemado.
Aún así, cabía la posibilidad de que, para aliviar el golpe, Thrustmaster se animase a lanzar un nuevo producto de gama de entrada que fuese equiparable al Driving Force GT. Sin embargo, el primer producto oficial para PS4, lanzado a la par que DriveClub, resultó ser el increiblemente decepcionante T80.

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El Thrustmaster T80 solo gira 200 grados, y no tiene Force Feedback alguno. En su lugar solo cuenta con la típica goma elástica de los volantes chapuceros de tiempos de PSX. Esta broma hacia el consumidor cuesta 80 euros. Esto es, lo mismo que costaba el Driving Force GT, un volante muy superior en comparación con el cual este T80 parece un desperdicio de plástico.

Si uno quiere la opción más parecida al Driving Force GT, se tiene que ir al Thrustmaster T150, un volante de diámetro más pequeño, sin cambio secuencial, menos botones y peores pedales, costando la broma alrededor de 150 euros, casi el doble.
De chiste ya es que el siguiente volante oficial, el T300 (en la imagen que encabeza este artículo), que cuesta 279 euros, siga careciendo de embrague o palanca de cambios, que deben adquirirse por separado.

Esta grandísima cara dura de considerar en la gama alta la palanca de cambios como una especie de extra a vender aparte se ha vuelto algo generalizado: Logitech ha lanzado su propia opción compatible con PS4, el G29, supuestamente llamado a ser el sucesor del G27, pero que por sus 300 euros no incluye tampoco la dichosa palanca como sí que lo hacía su predecesor.

 

Habida cuenta del, por el momento, exiguo catálogo de títulos de velocidad de la nueva consola de Sony, parece poco menos que disparatado realizar semejantes desembolsos de dinero.

Lo cierto es que el usuario medio, máxime con la que está cayendo en el plano económico, no cuenta, hoy por hoy, con una opción que valga la pena para sus juegos de conducción y que esté al alcance de su bolsillo. Comprendo que los muy sibaritas de la competición de motor virtual canten las alabanzas de los sistemas de tracción de correa y los recubrimientos de cuero, pero que den palmas con las orejas ante la sobrepreciación en aumento es algo que me deja perplejo.
Miro a mi Driving Force GT, aún fiel y en perfecto estado mirandome desde la estantería, y doy gracias a los dioses del gaming por haberme dado la oportunidad de poder disfrutar tantos años de una buena experiencia de conducción virtual sin haberme arruinado en el proceso.

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