ARTÍCULOS EDITORIAL

Fireman, gazapillos y una vara de medir propia: Las locas reflexiones de Dani-sensei

Ayer, antes de acostarme, me dio por monear un rato en Internet, entré en una página de videojuegos (pero no diré cual, a ver si así se animan las webs del medio y nos piden que les hagamos una “promosió” ), y por unas cosas o por otras, acabé mirando figuritas. Hay quien dice que […]

Ayer, antes de acostarme, me dio por monear un rato en Internet, entré en una página de videojuegos (pero no diré cual, a ver si así se animan las webs del medio y nos piden que les hagamos una “promosió” ), y por unas cosas o por otras, acabé mirando figuritas. Hay quien dice que no es muy normal que se dedique a esto alguien que se aproxima poco a poco a la treintena, yo les respondo que si soy capaz de seguir conviviendo con mi niño interior lo siento por ellos. El caso es que en mi vistazo al escaparate virtual me topé con una figura del “Fireman”, de Metal Gear Solid V, y… ¿qué fue lo curioso?
Pues que no terminaba de recordar a este personaje. Recordaba (o quería recordar) algo de la parte del principio del juego, en la que escapas de un hospital pero, tras eso, nada: mi mente estaba vacía.

Con el tiempo acabé hasta recordando que era un jefe… ¡pero es que ni siquiera soy capaz de recordar otros jefes más allá de Quiet o el propio Metal Gear, y eso porque están presentes todo el juego. Me quedé asombrado conmigo mismo, en plan “¿Really? ¿Tan poco me ha importado MGSV que mi mente directamente lo ha llevado a la papelera de reciclaje?”
Es curioso, porque me acuerdo que en su día todo el mundo estaba como loco por cascarle un 10 “because nadie se atreve a contradecir a las revistas tochas”. Sin embargo, no me extraña que haya quedado aparcado en los rincones más olvidados de mi mente. Para explicaros el por qué, dejad que lo ilustre con una historia personal.

Una vez estuve casi al borde de la muerte. En plena consulta de urgencias me tuvieron que extirpar un quiste del pecho, sin anestesia ni nada porque había un alto riesgo de “amochar”. Fue la experiencia física más dolorosa de mi vida. Lo más que recuerdo son gritos, dolor y mucha sangre. Eso y poco más. Mi cerebro ha borrado la mayoría de imágenes de ese proceso para defenderse de las secuelas psicológicas, o, como decimos aquí en Gamuza, “because of traumita”.
Está claro que si tu mente borra cosas es porque no deberían estar ahí, así que si MGSV se ha elminado de mi cabeza es porque me ha causado más “traumita” que regocijo.

Tras considerar todo esto, pensé: “¡Eh! ¡También hay juegos que me han cambiado mi percepción del arte!”
Final Fantasy VII, Chrono Trigger, Oblivion, Assassins’s Creed III, Street Fighter Alpha 3… Sinceramente, fueron para mí experiencias tan redondas que nada se puede comparar a la primera vez que los jugué, lleno de felicidad.
De hecho, disfruto mucho jugándolos a día de hoy. Evidentemente la sensación no será como al jugarlos por primera vez, pero los disfruto un montonazo.
Esto me hizo pensar en la mejor experiencia de mi vida: beberme un litro de horchata en el Kilómetro Cero de la Puerta del Sol. Sinceramente, ese día fue redondo, un viaje de chico de pueblo yendo a la gran ciudad, el cual saboreé durante cada minuto. Hacía “torraera”, así que salí del metro, me posicioné encima de la baldosa de kilómetro Cero (in the middle of Spain) y me apreté un litro fresquito de ese néctar de los dioses que es la horchata.
Esos juegos especiales me recordaron a esa gran sensación irrepetible, y mi mente siguió hilando pensamientos…

También hay juegos a los que tratas de dar una oportunidad… y al final los acabas dejando porque no te enganchan por muchas horas que les eches. ¿Mis eternos intentos de pasarme Enslaved? ¿Bound by Flame?
Esos juegos son como una experiencia que tuve el otro día, también de índole quirúrgica. Veréis: me estoy curando un proceso de cirugía en mi espalda, lo que supone que tengo que desplazarme al hospital para que un profesional me aplique las curas. Mientras lo están haciendo no tengo ni la más repajolera idea de lo que pasa, porque no me veo la espalda ni me llego a tocar: yo voy allí y la enfermera me cura. Hasta aquí todo correcto.
Pues bien, el otro día, la mujer se queda mirando la cicatriz con cara de “uyuuyuyuyuy”. Inmediatamente llama a una caterva de médicos para que lo vean también, todos ellos con cara de pensar “¡La virgen!” Al final, va una de ellas y dice (¡atención!): “¿Puedo olerlo?”
Ese es el momento en que te das cuenta que la situación es una grandísima mierda…

Ese momento donde te das cuenta de que la situación es, en realidad, de todo menos positiva, sería ese grado de la escala en la que clasificar ese juego que juegas hasta que descubres que “oye, que sí pero no”.
Una vez hube llegado aquí sólo me faltaba establecer una última categoría, lo que un juego debería ser. Siguiendo en la misma línea de retroalimentación mental, busqué otra vivencia personal que lo ejemplificase.

A lo largo de mi vida me he tragado una cantidad inconmensurable de trabajo en el campo: he podado, vendimiado, sulfatado, amorterado… Y, ¿sabéis qué te alegra el día en el campo? ¡Un gazapillo! Para el que no lo sepa un gazapillo es un conejo o liebre en formato baby, y son super kawaiis. Estás destrozando tu cuerpo durante horas de trabajo físico inhumano y, de repente: “¡Oh! ¡Gazapillo! ¡Qué bonico eres gazapillo! ¡Qué cuco!” Lo “manzurreas” un rato, lo vuelves a dejar en su sitio y sigues trabajando, pero ya con el día contento.
Pues un buen juego debería ser una cosa tal que así. Llegas a casa harto de trabajar y, ¡oye! por lo menos te echas una partida y se te queda el día redondo: NieR Automata, Devil May Cry, Killer Instinct, etc.
Gracias a dios he de reconocer que disfruto de la mayoría de videojuegos de esta manera, incluso cuando son especialmente casposos, lo que me echa siempre para atrás de un juego es que no me invite a jugar, y no el que sea un poco cutre.

Así que, inspirado por mis sensaciones personales, he decidido crear mi propia vara de medir videojuegos, fuera de tanto convencionalismo dado por mass media, analistas y demás. De modo que en la escala tenemos, de mejor a peor:

-Litro de horchata en el Kilómetro Cero
-Gazapillo in the middle of the country
-“¿Puedo olerlo?”
-Dolorosa operación sin anestesia

Os hago un llamamiento a todos a que me digáis qué juegos posicionaríais en cada punto de la escala. Yo tengo montones para cada uno pero… ¿y vosotros?
¡Un saludo gamuzinos!

  1. Resident Evil 4 sería mi litro de horchata en el Kilómetro Cero. Lego Indiana Jones, o Lego Star Wars saga, serían mi Gazapillo in the middle of the country. Metal Gear Solid V sería mi “¿Puedo olerlo?”, y, como ya dije en un artículo en su día, Final Fantasy XIII sería mi Dolorosa operación sin anestesia.

Responder a Lazaro Cancelar la respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *